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Un imperial LeBron mantiene la hegemonía de los Heat.

Los Celtics de Russell o los de Bird, los Lakers de Magic, los Bulls de Jordan, los Spurs de Duncan... Y a partir de ahora habrá que empezar a pensar en añadir a estos equipos a los Heat de LeBron.

Un jugador superlativo que la pasada temporada se sacó el cartel de perdedor y que esta campaña ha demostrado que no quiere volver a degustar el amargo sabor de la derrota. Sus anchas espaldas han aguantado todo tipo de críticas y las comparaciones con los más grandes, de las que siempre salía perdedor.....hasta ahora.

El alero de los Heat se ha ganado a base de trabajo y talento su entrada a la eternidad, y lo ha certificado con una nueva actuación magistral con la que condujo a Miami a su segundo anillo consecutivo tras imponerse a los Spurs por 95-88 en un séptimo partido que pasará a la historia como uno de los mayores espectáculos del mundo.

Un choque que se decidió en los últimos segundos por obra y gracia de LeBron y que terminó con una de las imágenes más crueles que nos puede dejar la noche, la instantánea de un Tim Duncan abatido, a sabiendas de que un fallo suyo, en uno de esos tiros que se ha hartado de meter durante su larga carrera, privaba a estos Spurs de un quinto anillo con el que cerraba un círculo glorioso. Son las dos caras del deporte, el triunfador y el derrotado, la alegría y la tristeza, y nadie mejor que las dos estrella de ambos equipos para personificarlo. Dos jugadores de otra galaxia que sostuvieron a sus equipos en todo momento y que merecían el mismo premio. Pero el deporte es inmisericorde y sólo puede haber un ganador.

Y el ganador fue LeBron James, el jugador que domina con puño de hierro la NBA. Y eso que a James le costó entrar en calor, parecía como si le pesase la responsabilidad que sobre él recaía.

San Antonio es una máquina en la que todos los engranajes funcionan, hasta anoche, en donde Danny Green, candidato a MVP de las Finales hasta el séptimo partido desapareció del mapa sin dejar ni rastro del histórico triplista que había puesto en órbita a los Spurs durante la serie.
Por lo contrario, los Heat sacaron a relucir sus individualidades para compensar la falta de juego en equipo que muchas veces lastra a los de Spoelstra. LeBron, Wade y Shane Battier, daban la vuelta a la tortilla mientras los Heat comenzaban a dar los primeros signos de vida en el choque.
Fue el más veterano de los tres el que hizo las veces de desfibrilador y a base de descargas desde el más allá devolvió el latido de los Heat, Battier terminaría el choque entrando en la historia como el jugador con más triples anotados en un séptimo partido de unas Finales con seis triples de ocho intentos.

El final del partido concluyó certificando que, hoy por hoy, la NBA tiene un sólo dueño y responde al nombre de LeBron Raymone James, un rey que ya tiene corona y parece que su reinado será de mucho tiempo en el basketball estadounidense, cómo lo hicieron los históticos de otra época y a los que nadie movía del pedestal, hasta ahora.

 

Acá están el resumen del juego: